El viaje no acaba nunca

El viaje no acaba nunca. Sólo los viajeros acaban. E incluso éstos, pueden prolongarse en memoria, en recuerdo, en narrativa. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo: No hay nada más que ver, sabía que no era así. El fin del viaje es simplemente el comienzo de otro. Es necesario ver lo que no ha sido visto, ver otra vez, lo que ya se vio, ver en primavera lo que se vio en verano, ver de día lo que se vio de noche, con sol, donde antes la lluvia caía, ver el trigo verde, el fruto maduro, la piedra que cambió de lugar, la sombra que aquí no estaba…

José Saramago, en Viaje a Portugal. Gracias a Cris.

Síndrome del viajero eterno

200m

Una de las cosas que más me cuesta explicar a alguien que siempre ha vivido en el mismo lugar, es la sensación de no pertenecer a ningún sitio. Es una especie de ansiedad, de no estar a gusto, de que falta algo… Yo lo llamo «síndrome del viajero eterno», porque una vez que picas ya no hay vuelta atrás, y me he cruzado con muy pocas personas que sepan a qué me refiero. Los expertos lo llaman «choque cultural reverso» (y tiene un cuadro de síntomas médicos que os ahorro).

En su forma más sencilla, sería algo tal que así: al irte de una ciudad, tu memoria de esa ciudad se fija en ese momento y permanece inalterada para siempre. En nuestro nuevo hogar, siempre echaremos de menos esa ciudad e incluso idealizamos ese recuerdo. La realización de que uno sufre el síndrome se produce al volver y es por eso que esta enfermedad es tan cruel; es entonces cuando nos damos cuenta que ese lugar idealizado en nuestra memoria ha seguido evolucionando sin nosotros y que ya no tenemos esa familiaridad que recordamos. El efecto es más fuerte cuanto más distintas sean las culturas entre sí y cuanto más tiempo haya pasado (por norma general).

Y así entras para siempre en una dinámica en la que nada es casa. Quieres vivir en una ciudad collage de recuerdos, experiencias y personas. Una mezcla de estilos, arquitecturas, gastronomías… Una ciudad mezcla de los recuerdos de todas las ciudades que has amado. Pero esa ciudad no existe. 🙁

Y el que no ha viajado más que de vacaciones no lo entiende. Y te dirá «No es para tanto». Y para él (o ella) casa siempre será un lugar concreto. Generalmente se entiende que tienes que vivir en otro lugar al menos un año para notar los efectos.

Hace poco leí un artículo en inglés cuyo título podríamos traducir por «Volver a casa tras vivir fuera» y que lo explicaba de maravilla. Una de las cosas que decía la autora, Corey Heller, es que tiene esa sensación de querer volver todo el rato, pero cuando vuelve en realidad está deseando irse de nuevo. Esto es algo que he sentido muchas veces, pero no había acabado de entender a qué se debía.

También explica que conocer otras culturas te cambia para siempre, y que a pesar de no encontrarte «en casa» en ningún sitio, es un sacrificio que se volvería a hacer dada la oportunidad.

Coincido con ella en que lo que pierdes en familiaridad de tu ciudad, lo ganas en familiaridad internacional; te conviertes en un animal de aeropuertos, y los check-ins y los controles de seguridad se convierten en algo trivial. Te conviertes en una persona más observadora y te resulta más fácil coger los principios básicos de la cultura en la que te encuentras y adaptarte a ellos.

Concluye que al final, uno debe dejar de preguntarse si se sentirá en casa algún día (o mejor dicho, en algún sitio) e intentar averiguar qué nos hace falta para sentirnos en casa ahora, donde estemos en este preciso momento.

Y los que sois un poco nómadas sabréis que al final hay esas pocas cosas, o esas pocas personas que serán «casa» para nosotros allá donde vayamos. Y algunos tendrán la suerte de que esas personas les acompañen y casa será cualquier lugar.

SF revisited III: Union Square

Union Square

Union Square es una plaza en Downtown San Francisco que es un núcleo importante de actividad comercial. En los alrededores de la plaza hay infinidad de tiendas y la plaza en sí suele ser el escenario de desfiles y actos sociales.

Lo primero que me llamó la atención de la plaza fue la columna que se alza en su centro, coronada por una estatua de una mujer con un tridente. Al preguntar a los nativos sobre la estatua y hacer mis propias indagaciones en los internets, se reveló una interesante historia, a la que os introduciré hoy.

La estatua es una representación de la victoria y esta «columna de la victoria» fue erguida en 1901 para conmemorar la victoria del Comodoro George Dewey (que más tarde obtendría el rango de Almirante) por su victoria en la Batalla de la Bahía de Manila (1898) durante la Guerra hispano-estadounidense. El nombre oficial de este monumento es  «el monumento Dewey«.

La estatua en sí, obra del escultor Robert Ingersoll Aitken (1878-1949), fue modelada a imagen de la Sra. Alma de Bretteville Spreckels. Y precisamente de la Señora Spreckels os seguiré hablando la semana que viene.

Referencias: «The Dewey Monument» en HMdb.org y artículos enlazados de wikipedia.

SF revisited II: 28 días

Ese es el tiempo máximo que puedes quedarte en un hotel en San Francisco (partiendo de la base teórica de que pudieras pagar un hotel en San Francisco durante más de 28 días, ufff). Después de ese plazo, te tienes que cambiar de hotel. Hoteles de menos categoría te harán firmar un «check-out» y te cambiarán de habitación, aunque no es una práctica muy extendida.

La razón: a partir de 28 días de residencia adquieres derechos de inquilino que los hoteles no quieren darte, siendo el más importante el derecho municipal a alguiler controlado.

En nuestros primeros días en busca de casa bromeábamos diciendo que era una ley de la época de la fiebre del oro: tenías 28 días para hacer fortuna en San Francisco y comprar o alquilar una casa, de lo contrario de vuelta al hogar.

SF revisited I: La niebla de San Francisco y las sirenas

En San Francisco, la niebla es un personaje clave de la fisionomía de la ciudad. Le imprime un carácter romántico y le da una humedad característica que define sus plantas y sus parques. Pero la niebla dificulta la navegación en la bahía, ya peligrosa de por sí debio a su poca profundidad. Para ayudar a los barcos, y después de alguna que otra catástrofe, se instalaron dos sirenas: una en la torre sur del puente y otra a la mitad del puente.

La sirena de la torre sur era monofónica y la sirena de la mitad del puente era difónica. Los barcos que entran en la bahía lo tienen que hacer entre la sirena sur y la sirena del puente, mientras que los que salen de la bahía han de dejar la sirena del puente a su izquierda.

La leyenda popular asegura (sobre todo en los barrios acomodados), que las sirenas del puerto y del Golden Gate ya no son necesarias con las tecnologías actuales y que de hecho llegaron a apagarse (aunque nadie se acuerda especialemnte de cuándo). Pero los habitantes de la ciudad echaban de menos su ruido por las noches. Su peculiar timbre se había convertido en una de las señas de identidad de la ciudad y por petición popular, se volvieron a instaurar.

La verdad dista un poco de la creencia popular. Las sirenas, o «fog horns» como se las denomina en inglés, nunca se apagaron porque resultaran obsoletas. A finales de los ’70, la sirena del puente perdió una de sus voces y ya no existían recambios para arreglarla. Siguió haciendo su función a una sola voz hasta 1985, cuando el estado de deterioro de las sirenas obligó a instalar unas nuevas.

Las sirenas actuales (dos en el pilar sur y otra en el puente) son todas monofónicas, aunque se distinguen por su frecuencia y su tono. Dichos valores generalmente constan en planos marítimos y son fijados por el guardacostas. Actualmente las sirenas de la torre sur emiten un pulso cada 20 segundos, de forma sincronizada y la sirena del puente emite dos pulsos seguidos cada 40 segundos. Las sirenas siguen siendo necesarias hoy en día para entrar en la bahía.

Las sirenas sólo se encienden cuando hay niebla, lo que suele ser unas 2 horas y media al día de media; en marzo pueden funcionar una media hora, pero en la temporada de fuertes nieblas, de julio hasta octubre, se pueden oír durante más de 5 horas.

Desde «Pacific Heights», el barrio donde vivíamos, la panorámica de la entrada a la bahía y del puente era perfecta. Las noches de niebla, el sonido de las sirenas era punzante, pero a la vez reconfortante. Varias noches, las sirenas sonaron mientras nos dormíamos. Esa sensación de frío y de humedad pegada a los huesos y el bramido de las sirenas de fondo, es un recuerdo que no se olvida.

[Muchos datos de la página de la Autoridad del Puente Golden Gate, que incluye webcam en directo del puente y más curiosidades]

San Francisco revisited

Desde que volví de San Francisco, tengo unas cuantas entradas para las que nunca tengo tiempo y que se han debido de convertir en los borradores más vetustos de todas las instalaciones de WordPress dispersas por este planeta.

Como se podría decir:

Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais… romper olas furiosas más allá de Alcatraz, he visto luces de Portland brillar en la oscuridad desde el Golden Gate.

Todos esos posts se perderán en el tiempo como maletas en el Prat.

Es hora de escribir.

He decido ponerme por fin con todas esas entradas. En lugar de esperar indefinidamente a tener las ganas (y el tiempo) de pulirlas como se merecen, buscar referencias y documentarlas, voy a escribir más o menos lo que tengo y ya me perdonaréis por las inexactitudes o errores. Publicaré una nueva entrada cada viernes hasta completar la serie.

Espero que os gusten.

Seguridad

Hace unos días me pararon en el control del aeropuerto de Stansted (cerca de Londres) por culpa de una botella de agua que se me olvidó sacar de la mochila. Cuando la empleada de seguridad del aeropuerto registró mi mochila, el agua se convirtió en algo anecdótico cuando encontró mi cargador casero para el iPod (mi «Minty Boost«).

Tras las primeras preguntas típicas (¿Esto qué es? ¿Para qué sirve?…) yo ya me temía lo peor. Ya ha habido otras muestras de amor entre el Minty Boost y diversos cuerpos de seguridad aeroportuaria. La siguiente pregunta creo que fue la crucial: «¿Lo has hecho tu?». Por suerte tuve algo de reflejos y contesté que no, que era un kit comercial. Una mentirijilla que me salvó un poco.

Después pasaron mi Minty Boost por el detector de explosivos, otra vez por rayos y la empleada de seguridad consultó con unos 7 compañeros. Finalmente, consultó al supervisor, que me volvió a preguntar qué era aquello, para qué servía, etc. Su reacción me sorprendió gratamente: ponía cara como de «pues qué chorrada, si tiene para poner pilas» o de «pero si no hay explosivos por ninguna parte, ¿cuál es el problema?». Después de preguntar a la chica que nos paró si por lo demás tenía alguna duda con el pasajero y que le contestara que no, me dejaron ir.

A diferencia de lo que hubiera pasado en Estados Unidos, no tuve que dejarlo atrás, discutir con un agente del TSA ni intentar explicar fundamentos de electrónica, capacitadores o reguladores de voltaje.

He de decir que el personal fue en todo momento educado y paciente. En ningún momento me sentí amenazado, como cuando he pasado controles similares en Filadelfia, donde el personal es seco y cortante (cuando no directamente borde).

A raíz de esto, leía en microsiervos al día siguiente de que me pasara esto que El Parlamento Europeo pide el fin de las restricciones para llevar líquidos en los aviones. Por fin algo de cordura en este mundo!

Brujas Y Gante

Hoy hemos hecho una visita intensiva a Brujas y Gante. Hemos pasado de puntillas por encima de las dos ciudades, parando para ver los edificios simbólicos y callejeando lo máximo posible por sus centros históricos. Quizás Brujas sea más espectacular, sobre todo por sus canales, pero ambas son ciudades muy hermosas. La influencia flamenca (en su primera accepción, jeje) es más que notoria y aunque aún tienen esa familiaridad de ciudad europea, se distingue en ellas un toque mucho más «nórdico».

A nivel arquitectónico destacan sus edificios góticos, con transiciones a flamígero y barroco. En todos ellos, especialmente en catedrales e iglesias, destaca la luminosidad (por la ligereza de los elementos estructurales) y la riqueza de los interiores. Llama mucho la antención si estás acostumbrado a la sobriedad y oscuridad de los templos españoles de la misma época.

Gante
Vista de Gante desde el puente de San Miguel

Los viajes hacia uno y otro lado los hemos hecho en tren, muy cómodos y puntuales. Los regionales de Renfe darían risa al lado de estos… Ya estamos devuelta en Bruselas, cansados y con sueño.

No obstante, seguimos sin rastro de las coles…

Bruselas

Esta semana estoy de mini-viaje. Ayer por la noche llegamos a Bruselas y esta mañana hemos hecho la primera toma de contacto con la ciudad. Bruselas es una de esas ciudades que inspiran cierta confianza, cierta familiaridad; hay un algo indistinguible que te recuerda todo el rato que estás en Europa. Nuestra primera parada ha sido la Grand Place, donde está el Ayuntamiento, una de las señas de identidad de la ciudad.

La gente es bastante amable y el ambiente de la ciudad es tranquilo, pero ajustado a los horarios europeos. Salvo llamar «Sandwich» a los bocatas, no hemos notado ninguna barrera cultural insalvable…

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Mañana tenemos pensado ir a ver Gante y Brujas. Igual os cuento algo más mañana.